martes, 28 de abril de 2009

VIOLENCIA ES MENTIR







Todos vivimos en una sociedad en donde la violencia forma parte de nuestra vida cotidiana, a toda hora, todo el tiempo y siempre se quiere encontrar un culpable.
En el caso del asesinato de Daniel Capristo(46) del que finalmente se supo que el primero en disparar fue él y no solo un tiro sino tres, que afortunadamente no hirieron a nadie, lo que puede decirse es que el menor que lo asesinó descargó sobre Capristo cinco balas que le ocasionaron la muerte.
De este asesinato se desprendieron varios análisis, algunos de ellos un poco apresurados, como lo mediático exige. Pero no sólo los medios hablaron también lo hicieron los vecinos y realizaron pedidos un tanto violentos como el de querer "la sangre derramada de ese menor de 14 años" o el de "matar a todos los negros".
Se puede entender que los familiares y amigos de Daniel hayan estado conmocionados por la muerte de un ser querido, y que hayan hablado desde el dolor y la bronca. Lo que no se puede justificar bajo ningún concepto es que este suceso genere pedidos de pena de muerte, de la baja de imputabilidad de los menores, y hacernos eco de esas voces que aprovechan el dolor para derribar los derechos humanos que tanto costaron implementar.
Los derechos humanos son como bien lo dice la palabra de los humanos, por lo cual, aunque esta aclaración parezca obvia, los derechos humanos son para todos. Y la palabra todos significa a cada persona que viva en este territorio.
Entonces, teniendo en claro este punto, podemos comenzar a hablar. Aquellos que crean que los derechos humanos son solo para una parte de la sociedad están equivocados.
Cuando se habla de la problemática de la delincuencia juvenil que se vive en Argentina, se apunta muchas veces a jóvenes humildes que no tienen "nada que perder" y salen a la calle a robar y matar a todos los que encuentran y la verdad es que no siempre es así.
Lamentablemente, está sumamente relacionada la delincuencia a los sectores mas humildes, y últimamente a los jóvenes. En estos casos, no sólo hay que opinar sobre la baja de imputabilidad de los menores, de lo que hay que hablar, en todo caso es de la procesabilidad de esos Jóvenes, esto es : que aquel menor que comete cualquier delito pueda tener un proceso penal justo y con las garantías que la ley ofrece. Por lo tanto, si un menor delinque, en vez de enviarlo a un reformatorio, que hoy por hoy solo son "depósitos" de jóvenes donde se genera mas violencia de la que ese menor ya vivió, ese joven debería tener la oportunidad de declarar ante un juez y explicar las razones por las cuales cometió el delito del que se lo acusa.
Seguramente ese menor podrá, en una instancia así, explicar como logró obtener un arma, dónde la compró, quién se la vendió y con toda ésta información la justicia tendrá la posibilidad de investigar y llegar al fondo del problema. Si se comprueba, finalmente, que ese menor es culpable tendrá que cumplir su condena. Pero en este punto es importante definir una edad: ¿a qué edad un menor es completamente conciente de lo que hace?, ¿no estará ese menor manejado por un adulto?, todas estas preguntas y otras deberán contestarlas profesionales idóneos en el tema, a los cuales el estado les pague un sueldo para que trabajen en una institución preparada para resolver estos conflictos. Y además, todo esto debe estar enmarcado desde la vereda de la inclusión y no desde otro lado.
En cuanto al pedido de pena de muerte, relacionado también con el delito y los derechos humanos, tenemos que tener mucho cuidado con lo que pedimos. La pena de muerte es decidir quién vive y quién no. Mi pregunta es ¿quién decide la vida y la muerte de una persona?. No hay, para mí, humano en esta tierra que tenga derecho a tomar semejante decisión. Muchos podrán retrucar: "los asesinos deciden quien vive y quien muere, nosotros también podemos decidir entonces". A aquellos que piensen que porque alguien mató merece morir, le contesto que en la vida las cosas no son ojo por ojo. Si queremos justicia, si pedimos justicia, tenemos que empezar a respetar nuestras propias leyes. Y Nuestra ley dice que aquel que asesina tiene que cumplir su condena. La ley no habla de matar a nadie.
Además, en el caso de que pudiéramos decidir quién vive o muere ¿por qué, entonces, no declaramos la legalidad del aborto?. No considero que abortar sea matar a nadie, pero hay muchos que sí. Creo que las mujeres pueden decidir sobre su cuerpo, como muchas jóvenes que han sido violadas elegieron por la vida, por su vida. ¿Sería mejor que esa mujer diera a luz a un niño que no quiere?, ¿que nunca eligió tener?, ¿que será de ese niño cuando crezca?.
A todos aquellos que crean que pueden elegir sobre la vida de otro ser humano están equivocados, al igual que aquel que mata por plata o zapatillas o lo que fuese.
El problema, vuelvo a insistir, es más profundo y no queda solo en la pelea del pobre contra el pobre, ni del pueblo contra el pueblo mismo.
El problema es que el reclamo de justicia, verdad, libertad y seguridad tiene que dirigirse a quienes corresponde. Y obligarlos a que lo cumplan. Ni mas ni menos.






Gisela Romagnolo
Opinión.